Entre las historias heredadas se encuentran las numerosas revelaciones y maravillas que el divino Niño Jesús realizara en Al-Ashmunayn, estas son las siguientes:
En un gran árbol ficus habitaba un demonio venerado por los paganos y cuando el Niño Jesús pasó junto al árbol el diablo huyó inmediatamente e hizo que el suelo se hundiera como si se inclinara reverenciado a su Creador.
La Virgen María le dijo al Papa Teófilo, vigésimo tercer patriarca, como consta en su sermón: “Este árbol fue bendecido por mi amado hijo”, a lo que Él dijo: “No habrá ni un ácaro en ti y no cambiarás de lugar, y serás la señal de mi entrada en esta ciudad”. Desde entonces, la corteza, las hojas y los frutos del árbol se han utilizado con fines curativos por su poder curativo que ha sanado muchas enfermedades.
A comienzos del siglo V el historiador bizantino Susmin al registrar la historia eclesiástica mencionó lo que escuchara de los habitantes de la ciudad durante su visita a Ashmounayn, en especial, acerca de los poderes curativos recibidos por algunas personas que conociera en Palestina que utilizaron los frutos y hojas de ese árbol para las sanaciones.
El sacerdote y erudito Abu Al-Makarim agregó que en el patio de la iglesia de la Virgen en Ashmounayn había un árbol de origen sirio llamado Sabtian cuyos frutos de color rojo eran muy similares a una ciruela y que se inclinaba ante la presencia del Niño Jesús. El gobernador de la ciudad tuvo la intención de cortar el árbol, sin embargo, el trigésimo noveno patriarca de Alejandría, el papa Agatón (658-677) vino al lugar, se puso de pie debajo del árbol en el momento en que alguien quiso cortarlo con un hacha, pero el hacha saltó en su cara hiriendo al hombre. Por lo ocurrido en lugar, el gobernador se sintió atemorizado, de manera que dio la orden que el árbol no fuese cortado. Luego, de sus arcas personales cogió oro para hacer una donación especial al papa Agatón y le pidió que aceptara el donativo para que fuese utilizado en las causas benéficas que considerada apropiadas.
En 1887 una misión arqueológica francesa encontró manuscritos en Ashmounayn que describen los hechos en que el Señor Jesucristo manifestara milagros, tales como: resucitar a los muertos, hacer caminar a los lisiados, otorgarle audición a los sordos, darle voz a los mudos y curar las heridas de los leprosos.