El emperador Zenón tuvo dos hijas, Helaria y Thaopesta. A Helaria le encantaba vivir en soledad desde pequeña, por lo que desde temprana edad ya pensaba en la vida monástica. Cuando tenía 18 años dejó la corte de su padre y viajó a Egipto disfrazada con atuendos masculinos y se dirigió al desierto de Scetis en donde conoció a un hombre santo, San Bemwah (el mentor de San Bishoy). Helaria fue ordenada monje como hombre y no como mujer con el nombre de Hilari.
Tres años después, San Bemwah descubrió que ella era Helaria, la hija del emperador Zenón y mantuvo su secreto. Cuando no le creció la barba, los monjes pensaron que era eunuco, por lo que la llamaron Hilari, el eunuco.
Mientras que su hermana Thaopesta fue poseída por un espíritu impuro su padre gastó, sin éxito, una gran cantidad de dinero para poder curarla. Por lo que, el emperador la envió a los ancianos de Scetis con el propósito de que hicieran plegarias para su sanación. La fama de santidad de los ancianos se había extendido por todo el Imperio Romano. Cuando Thaopesta llegó al desierto los padres mayores decidieron que Hilari orara para su recuperación y sus oraciones sanaron a su hermana, la princesa. Después de este milagro, el Emperador con curiosidad quiso conocer al monje que había sanado a su hija, por lo que mandó llamar a San Hilari encontrándose con la gran sorpresa de que el monje era su otra hija Helaria.
El Emperador ofreció a construirle un palacio para que pudiera quedarse e hiciera allí sus plegarias, sin embargo, Helaria declinó la propuesta de su padre y regresó al desierto. En su estancia le contó a su padre acerca de los ataques de los bereberes, por lo que el Emperador ordenó construir fortalezas en todos los monasterios del desierto de Scetis.