La magia y la hechicería desempeñaban una función importante en las creencias de los pueblos del mundo antiguo, en el que los magos tenían un gran poder antes de la llegada de nuestro Señor Jesucristo, quien vino a cambiar tales hechos y salvar a la humanidad del poder de Satanás. Este es el motivo de la guerra con Satanás y sus seguidores desde el día de su nacimiento hasta su crucifixión y la resurrección del Señor de la Gloria de entre los muertos.
El Árbol de Ashmounayn
El historiador Sozomeno en su libro Historia de la Iglesia menciona lo siguiente: “Se dice que en la ciudad de Ashmunayn en el Alto Egipto había un árbol llamado Persia”. Este era un ficus alto al que los paganos adoraban porque en él habitaba un demonio, pero cuando el Divino Niño pasara frente a él, este se inclinó hasta el suelo como si se postrara ante su Creador y el demonio que allí habitaba sintiéndose atemorizado huyó cuando Jesús se le acercó. Los paganos que adoraban este árbol se dieron cuenta de que este era un hecho revelador. Luego de lo sucedido, el Árbol se irguió y fue dotado de grandes poderes milagrosos, por lo cuales sus hojas, frutos y corteza fueron utilizados para la curación de enfermedades. Además, Sozomeno mencionó que en Ashmunayn el Señor Jesucristo resucitó a los muertos, expulsó los demonios de muchos, hizo caminar a los lisiados, ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos y purificar a los leprosos, de modo que, en una palabra, se puede decir que realizó extraordinarios y asombrosos milagros.
El milagro la inclinación de palmeras en el valle en Dayrut
Se ha mencionado que durante la estancia de la Sagrada Familia en Dayrut se encontraron con un carpintero llamado Dianos, a quien José el Carpintero había conocido en Jerusalén. Dianos tenía un hijo de espíritu impuro, quien con un gesto violento al ver a Jesús se acercó y le arrojó al suelo diciendo -“¿Qué tenemos aquí, oh Jesús de Nazaret? Has venido hasta aquí para atormentarnos después de que te dejáramos en Jerusalén. Entonces, Jesucristo le ordenó enérgicamente al joven a que guardara silencio y que se fuera de allí. Muchas de las personas que presenciaron la escena creyeron en Jesús y las numerosas estatuas que había en aquel lugar se destruyeron.
Cuando la Sagrada Familia se marchó de Dayrout hacía mucho calor y el Niño le dijo a su madre: -“Hace mucho calor para ti, madre” mientras pasaban por un camino rodeado de palmeras a ambos costados. Las palmeras se doblaron inclinándose para proporcionar sombra a la Sagrada Familia y protegerlos del intenso calor que hacía en ese momento.